jueves, 5 de mayo de 2016

Genialidad


En los salones de la mente un hombre ataviado con un sombrero de copa, una túnica morada muy llamativa, más propia de un mago de los que aparecen en los libros de fantasía que de un hombre corriente, se acerca con pasos rápidos e inquietos al único lugar visible entre la neblina, un mostrador, parecido a los tenderetes de feria era sencillo, de madera y con un toldo verde, y en el dormitaba una mujer de mediana edad con cabellos rizados cobrizos.


Hombrecillo del sombrero: Disculpe ¿Me podría indicar donde encontrar la genialidad?

La mujer levantó la mirada cansinamente hacía su interlocutor

Mujer: ¿Trae consigo la solicitud impresa y rellena?
Hombrecillo del sombrero: Por supuesto que la traigo señorita.

Sacó de dentro de la túnica un abultado taco de papeles unidos por un clip y se lo entregó en un brusco ademán a la recepcionista que le echó un vistazo.

Mujer: Parece todo en orden... Aunque es una solicitud tardía. ¿Por que desea ser un genio a estas alturas?
Hombrecillo del sombrero: Vera es que siempre me consideré uno, pero fui retrasando el momento de dar rienda suelta a mi talento, y como ahora me encuentro desempleado, me dije este es el momento ¡Hoy voy a ser un genio!
Mujer: Entiendo, ¿Pero ha leído la clausula 7.2 barra X de la sección J que dice que pasados los cuarenta años de edad sin dar un palo al agua, intelectualmente hablando, es imposible ser un genio como tal?
Hombrecillo del sombrero: ¿No me diga? ¡Pero mire como me he vestido! ¿Acaso un genio no viste de una forma tan extravagante como la mía? - Se tocó un ala del sombrero
Mujer: ¿Usted no ha oído eso de que el habito no hace al monje?
Hombrecillo del sombrero. Que monje ni que monja, señorita me esta usted cabreando, ¡Yo quiero ser un genio!
Mujer: Lo siento caballero son órdenes de arriba, hay unos requisitos, si no todo el mundo sería un genio. Lea aquí y lo comprobará- señaló con el dedo un párrafo
Hombrecillo del sombrero: Trae eso – dijo arrebatándola bruscamente el formulario
La recepcionista viendo que el Hombrecillo del sombrero leía y releía los papeles en bucle, preguntó
Mujer: ¿Y bien?
Hombrecillo del sombrero:Tiene usted razón señorita, perdone a este tonto por importunarla con sus delirios de grandeza. Adiós- y comenzó a alejarse arrastrando sus pies como un alma en pena.

La mujer sintió lástima al verle tan apenado y se le ocurrió una solución.

Mujer: Espere, aunque no pueda ser un erudito como los grandes filósofos, matemáticos, escritores, pintores o pensadores hay una cosa que puede ser.
Hombrecillo del sombrero: ¿No me diga?- preguntó expectante con el semblante iluminado de emoción- ¿Que es?
Mujer: Usted puede ser un genio de barra de bar, de sobremesa, puede ser el hombre al que todos escuchan y admiran en una conversación informal.

El hombrecillo se detuvo a meditar unos segundos.

Hombrecillo del sombrero: Seré más inteligente que mi cuñado?
Mujer: Por supuesto, será el punto final en las comidas y cenas familiares, la prima dona en Navidad, el Einstein de las tabernas.
Hombrecillo del sombrero: Me gusta- dijo con la cara iluminada de felicidad como un niño en su cumpleaños- ¿Que he de hacer?
Mujer: Pues tendrá que leer el periódico diariamente y un par de libros al año. Con eso bastará.
Hombrecillo del sombrero: Lo haré, se lo juro. Ya veremos quien se ríe ahora cuñado- dijo para si mismo.

Se despidió haciendo una reverencia mientras tocaba el ala de su sombrero y se marchó danzando de felicidad.

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