En los salones de la mente un hombre
ataviado con un sombrero de copa, una túnica morada muy llamativa,
más propia de un mago de los que aparecen en los libros de fantasía
que de un hombre corriente, se acerca con pasos rápidos e inquietos
al único lugar visible entre la neblina, un mostrador, parecido a
los tenderetes de feria era sencillo, de madera y con un toldo verde,
y en el dormitaba una mujer de mediana edad con cabellos rizados
cobrizos.
Hombrecillo del sombrero:
Disculpe ¿Me podría indicar donde encontrar la genialidad?
La mujer levantó la mirada
cansinamente hacía su interlocutor
Mujer: ¿Trae consigo la
solicitud impresa y rellena?
Hombrecillo del sombrero: Por
supuesto que la traigo señorita.
Sacó de dentro de la túnica un
abultado taco de papeles unidos por un clip y se lo entregó en un
brusco ademán a la recepcionista que le echó un vistazo.
Mujer: Parece todo en orden...
Aunque es una solicitud tardía. ¿Por que desea ser un genio a estas
alturas?
Hombrecillo del sombrero: Vera
es que siempre me consideré uno, pero fui retrasando el momento de
dar rienda suelta a mi talento, y como ahora me encuentro
desempleado, me dije este es el momento ¡Hoy voy a ser un genio!
Mujer: Entiendo, ¿Pero ha leído
la clausula 7.2 barra X de la sección J que dice que pasados los
cuarenta años de edad sin dar un palo al agua, intelectualmente
hablando, es imposible ser un genio como tal?
Hombrecillo del sombrero: ¿No
me diga? ¡Pero mire como me he vestido! ¿Acaso un genio no viste de
una forma tan extravagante como la mía? - Se tocó un ala del
sombrero
Mujer: ¿Usted no ha oído eso
de que el habito no hace al monje?
Hombrecillo del sombrero. Que monje ni
que monja, señorita me esta usted cabreando, ¡Yo quiero ser un
genio!
Mujer: Lo siento caballero son
órdenes de arriba, hay unos requisitos, si no todo el mundo sería
un genio. Lea aquí y lo comprobará- señaló con el dedo un párrafo
Hombrecillo del sombrero: Trae
eso – dijo arrebatándola bruscamente el formulario
La recepcionista viendo que el
Hombrecillo del sombrero leía y releía los papeles en bucle,
preguntó
Mujer: ¿Y bien?
Hombrecillo del sombrero:Tiene
usted razón señorita, perdone a este tonto por importunarla con sus
delirios de grandeza. Adiós- y comenzó a alejarse arrastrando sus
pies como un alma en pena.
La mujer sintió lástima al verle tan
apenado y se le ocurrió una solución.
Mujer: Espere, aunque no pueda
ser un erudito como los grandes filósofos, matemáticos, escritores,
pintores o pensadores hay una cosa que puede ser.
Hombrecillo del sombrero: ¿No
me diga?- preguntó expectante con el semblante iluminado de
emoción- ¿Que es?
Mujer: Usted puede ser un genio
de barra de bar, de sobremesa, puede ser el hombre al que todos
escuchan y admiran en una conversación informal.
El hombrecillo se detuvo a meditar unos
segundos.
Hombrecillo del sombrero: Seré
más inteligente que mi cuñado?
Mujer: Por supuesto, será el
punto final en las comidas y cenas familiares, la prima dona en
Navidad, el Einstein de las tabernas.
Hombrecillo del sombrero: Me
gusta- dijo con la cara iluminada de felicidad como un niño en su
cumpleaños- ¿Que he de hacer?
Mujer: Pues tendrá que leer el
periódico diariamente y un par de libros al año. Con eso bastará.
Hombrecillo del sombrero: Lo
haré, se lo juro. Ya veremos quien se ríe ahora cuñado- dijo para
si mismo.
Se despidió haciendo una reverencia
mientras tocaba el ala de su sombrero y se marchó danzando de
felicidad.
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