La opinión pública suele tener un
punto de vista negativo sobre las artes marciales y los deportes de
contacto, tildando de “macarras” y “violentos” a aquellos que
lo practican o siguen ese mundo.
Recuerdo tener que mentir a mi madre,
diciéndola que iba al gimnasio o a jugar al fútbol para poder ir a
entrenar a Muay Thai. Actualmente esta convencida de que hago algo
parecido al Kung- fu en vez de MMA.
Siempre que un conocido me pregunta que
si hay muchos “macarras” en mi gimnasio le digo que no. He
entrenado en tres gimnasios distintos, practicando Muay
Thai, Full-contact, Kick-boxing y MMA y jamás me he
encontrado con uno de esos “macarras” que dice la gente que
abundan en estos deportes. Los entrenadores que he tenido han sido
siempre personas excepcionales que han sabido motivarme y sacar lo
mejor de mi. No conozco a nadie que salga de un entrenamiento peor
que cuanto entró y si he mejorado dentro de las disciplinas que he
practicado, ha sido tanto como por los profesores como por los
compañeros que me han enseñado cuando yo era un novato igual que yo
enseño ahora a los nuevos.
Cuando guanteas,sabes a lo que vas, vas
a luchar y puedes parar cuando quieras, aunque nunca quieres ser más
débil que tu contrincante. Cuando la pelea acaba, no hay ningún mal
rollo, furia o rabia. Has estado haciendo algo que te gusta y
seguirás entrenando para ser mejor.
JAMÁS HE IDO POR LA CALLE DESEANDO PEGAR A ALGUIEN
En cambio cuando he jugado al fútbol,
he presenciado más de una pelea por un golpe insignificante,
entradas a mala ostia, padres insultando a niños o a árbitros
utilizando todo el repertorio disponible, valiéndose del racismo o
el machismo. Todo esto en partidos sin importancia, en ligas
juveniles y colegiales.
En nuestro país, los grandes medios de
comunicación rechazan la aparición de noticias relacionadas con los
deportes de contacto, salvo en los medios especializados. Me resulta
sorprendente que tenga mala fama un deporte que quienes lo practican,
lo hacen por que quieren, y que se incite y dote de un carácter casi
religioso al fútbol. Ese deporte que vuelve a la gente estúpida,
que provoca peleas entre hinchas de distintos equipos, que ocupa la
primera plana en muchos periódicos, que cuyas noticias son las que
más duran en los telediarios, que paraliza al país cuando los
grandes equipos juegan y del que se valen grupos extremistas para
expandir su ideología y me quedan otros muchos aspectos.
Tengo un amigo con el que actualmente
entreno, que empezó en esto de las artes marciales hace cuatro
meses. Pesaba 96 kilos y eso le hacia tener la autoestima por los
suelos. Mi entrenador le ofreció la posibilidad de participar en un
torneo pero debía bajar de peso hasta 85 kilos así que fijaron un
plan y una dieta. Mi amigo llegó al campeonato pesando 80 kilos
después de meses de sacrificio y esfuerzo pero con la sonrisa más
grande que jamás haya visto cuando consiguió la medalla de plata.
Me dijo “Siempre he pensado que era una persona blanda, sin
fuerza de voluntad y que estaría condenado a ser gordo toda mi vida.
Después de lograr lo que yo he logrado, de pelear como he peleado,
sé que puedo hacer lo que quiera, no hay ningún reto que no pueda
llegar a realizar. Ahora voy a por el oro”
Mi caso es similar
pero distinto. Empecé a entrenar en Octubre y en una forma física
deplorable. Tengo 22 años, durante mis años de adolescencia solía
hacer mucho deporte pero paulatinamente lo fui sustituyendo por las
copas y discotecas. Cuando empecé sudaba sangre, me costaba aguantar
una hora y cuarto de MMA dos veces por semana sin que mi pulmón no
estallase, os juro que sufría, pero me gusta sufrir cuando es por
algo bueno.
Los primeros meses
mis compañeros me derrotaban sin dificultad alguna. No podía dejar
las cosas así que seguí entrenando. Ahora soy capaz de entrenar una
hora y media de Muay Thai y otra hora y cuarto de MMA seguidas,
además he conseguido mi primera medalla de oro en el primer
campeonato al que he ido.
¿El ingrediente
secreto? Superación. Algo que jamás había sabido lo que era hasta
que no quise derrotar al que tantas veces me había derrotado.