Curiosa es la forma de
actuar de las personas. Recuerdo cuando durante mis años de
adolescencia nos reuníamos un grupo de chicos de entre dieciséis y
dieciocho años en un parque próximo al estadio Santiago Bernabeu.
Comprábamos unas
litronas y nos sentábamos a beber hasta que fuera la hora de coger
el último metro. Las primeras conversaciones eran sobre chicas y
drogas. Nos fumábamos unos porros y seguíamos bebiendo y los temas
que tratábamos iban cambiando hasta tal punto que siempre acabábamos
hablando de filosofía, algo común en los momentos de embriaguez.
Llegué a tener la
sensación de que no quedábamos para emborracharnos y fumar, si no
para hablar de las preguntas que se hicieron los líderes de las
corrientes del pensamiento.
Las discusiones se
tornaban acaloradas. Gritábamos y nos insultábamos pero ¡Joder!
Nos sentíamos como el puto Platón o Wittgestein por estar hablando
de esas cosas un viernes por la noche.
Se iniciaban duelos entre
algunos de nosotros. Cuando dos debatían, el resto miraba la pelea
filosófica sin intervenir hasta que uno de los duelistas pedía
opinión al jurado improvisado.
Recuerdo una batalla que
tuve con mi mejor amigo por aquel entonces. Yo defendía el empirismo
total, algo que sigo haciendo aunque de forma menos radical.
Él en cambio abogaba por
las ideas de Ortega y Gasset. Decía que la experiencia y las
circunstancias son
importantes pero que tenemos voluntad y poder para influir en el
mundo. Capacidad para tomar decisiones y crear juicios basados en la
decisión propia. Yo le rebatía diciendo que eso siempre era a causa
de una experiencia anterior.
El duelo duro varios
viernes, convirtiéndose en el más largo de la historia del parque.
Durante la semana estudiábamos y leíamos teorías y autores con los
que defender nuestras ideas y rebatir las opuestas. Nunca lo acabamos
y me alegro. Ninguno fue capaz de convencer al otro. El jurado
declaró empate técnico.
Los estudios reclamaron
más atención, aunque a mi duelista y amigo poco nos importaban,
cosa que al resto del grupo si. Poco a poco dejamos de quedar en
aquel parque en el que bebía para poder hablar de filosofía.
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